2 de octubre de 2011

Swan Lake-

Como un árbol, como un paraíso con todos sus pompones al sol, bailando al ritmo del viento. Un día de domingo, un domingo eterno. Un domingo de los que te hacen tirarte en el piso helado, sintiendo como cada una de las costillas se congelan. La mandíbula tiembla, involuntariamente. Las lágrimas saltan y se acurrucan en las mejillas, otra vez involuntariamente.
Al árbol lo destruyó una tormenta. Ahora todos andan solos. Ahora están todos separados un día de domingo. El día que las carcajadas hasta que los pómulos se dieran por vencidos, se convierte en llanto donde los ojos parecen nunca rendirse.
Gritos y patadas. Por favor paren!! Es tan frágil. Tan mío, y se creen con el derecho de sacármelo como si nunca hubiese existido. Desaparecerlo y poner una pared en mi cabeza. No pasó nada, no mas patadas que corten la respiración, prometen.
Respirá, hacelo conmigo, hacelo en mi hombro y no pares. No me abracen porque lloro.
No hay mas árbol y eso es otra patada que corta la respiración.
Dejen, no se preocupen por mi, yo prefiero quedarme callada en un rincón. Porque eso es lo que siempre hago. Sentada, en un rincón, donde no digo nada, solo acumulo. Eso está mal un día vas a explotar. Ya pasó, ya está pasando, exploto sola. Me cargan afuera, rodeada de gente, yo después me corro, sola.
Basta de gritos, es lo único que te pido, y que me dejes eso, que es tan mío, que pateaste.
Es un domingo tristísimo y yo estoy condenada a pasarlo encerrada en mi habitación. Tirada en el piso, con las costillas congeladas y la mandíbula temblando. Al borde de un ataque de nervios por los gritos y las patadas.
Se escucha la música, relaja. Perderse en las notas que toca un violín lejano.
Tchaikovsky, gracias.

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