31 de enero de 2011

Secretos de la infancia...



Hay cosas que hacemos cuando somos chicos, como jugar a las barbies, a la secretaria, a Harriet la espía, a convertir el jardín en un bosque, hacer comida con barro y creer que es la torta mas rica, a la mamá o charlar con peluches, que cuando las pensamos de grandes nos parecen un poco extremas y quedan solo como un buen recuerdo ya que yo no me pondría ahora a "cocinar" una torta de barro. Pero hay placeres de cuando uno es chico que se sigue manteniendo tengas la edad que tengas uno de ellos es la máquina de peluches. Ese ingenioso y aveces odioso invento consiste en una caja de vidrio con una garra y muchos peluches en su interior, una palanca que te permite indicar la dirección de la garra y un botón que indica cuando cerrar dicha garra. Esta agarra el peluche seleccionado y con mucha suerte lo eleva y lo deja caer en un sector donde empujas una puerta y te pertenece. Todo esto claro está, después de invertir muchas fichas. Descubrí que esto es un desafío para cualquier edad cuando pasaba caminando y veía en un lugar tres máquinas de peluches y personas que se iban con sus muñecos nuevos. Luego de  15 días de ver esto mi hermana me propuso ir y acepté media desganada. Llegamos a las máquinas en cuestión y había que poner tres pesos. Recordé que cuando yo iba a estas maquinitas con un peso bastaba. Me puse a ver a una pareja que intentaba sacar un osito blanco con un corazón que decía "te amo". El chico mete la ficha y comienza a mover la garra. Ambos con sus narices pegadas al vidrio indicaban para que lado era mas conveniente que la ubique. Se terminó el tiempo (que serán aproximadamente 10 segundos) y bajó, el chico apretó el botón, el peluche se elevó, una sonrisa se empezaba a formar en sus caras, cuando de golpe se soltó. Se escuchó un "Ay!" general y me sorprendí a mi misma frunciendo el ceño y con expresión de disgusto. El chico mete otra ficha más y lo saca. Ella se fue feliz con su peluche. No había sido tan difícil. Disimuladamente empecé a observar en las máquinas si había algún peluche que me gustara y hubo un perro que me pareció simpático y parecía "facil" de sacar. Uno siempre plantea estrategias que después no sirven para nada. Fuí y compré 4 fichas, dos para mi hermana y dos para mi. Ella quería que yo pase primero y lo hice. Metí ficha, moví garra, cerré antes de tiempo, no conseguí nada. Segundo intento hago lo mismo y la garra cierra en el lomo del peluche deseado. Fué un momento de tensión importantísimo. Mi hermana que grita "lo agarrás" y yo que sentía unas ansias increíbles por saber que iba a pasar. En ese momento creo que no escuchaba nada y mi nariz también estaba pegada al vidrio. El peluche comienza a elevarse y cae en el hueco correcto. Abro la puertita y ahí estaba mi peluche. Lo había conseguido y me sentía muy feliz. Una madre se me acerco a preguntarme si tenía algún truco porque a ella nunca le iba bien en esas cosas, aficionados. Bono me había salido seis pesos. Bauticé a mi perrito como Bono y me fui contenta a casa con el debajo del brazo. Y si, sentí la misma emoción que cuando era chica.

1 comentario:

  1. Nunca pude sacar uno de esos peluches, jajaja.
    Espero que sepas quien soy, acordate eh que me mantengo en el anonimato...pero queria dejarte mi comentario y decirte que me gusta tu blog y las cosas que escribis :) Me encanto haber pasado esos años juntas y me alegro de haberte conocido.
    Espero que sigamos viendomos, gracias por todo marti.
    Un beso!

    ResponderEliminar